lunes, 27 de agosto de 2007

Osito en Linea 3

26-08-07 22:00h.
Línea 3 del Metro de Madrid. Dirección Villaverde Alto.

Atardece en verano.
Vuelta a casa.
Ningún plan mejor.
Corcobado en los oídos.

Él se aparta para dejarme sitio en el banco del andén.
Entramos por puertas diferentes en el vagón y nos encontramos de frente.
Ejerzo mi privilegio de eventual discapacitado y me siento.

Mi mirada se pierde en el vagón y se detiene cuando encuentra la suya.
Ojos pequeños, oscuros, profundos.
Calvo. Barba poblada.

Mirada firme.
Quince años por mis venas.
Vuelvo a mirarle.
Mirada sin vacilación pero sin descaro.

Disimulo, miro a otro sitio.
Miro a todos los sitios.
Miro el reflejo del cristal.
Y sigue mirándome.
A través del mismo reflejo.

Las cartas están echadas.
La oportunidad se pierde cuando se baja una parada antes que yo.
Lamento tener una muleta.
Lamento evitar el momento esperpéntico de un cojo siguiendo a alguien por las escaleras del metro.

Nuestras miradas se cruzan una vez más, cuando sale del vagón y camina hacia la salida. Podría haber corrido en ese momento, coger mochila y muleta y plantarme fuera del vagón. Poner a prueba mi agilidad con un miembro en rehabilitación. Recuperarme del esfuerzo. Divisar sus piernas desnudas de rodilla hacia abajo mientras sube las escaleras.
Seguirle a velocidad normal. Verle atravesar los torniquetes. Verle girar y verle verme disimulando su sorpresa.
Me sostiene gentílmente la puerta del metro para que pueda salir. Le doy las gracias. Se interesa por el estado de mi pierna. Le explico. Le acompaño mientras camina. Revelaciones: Esa no era mi parada. Tengo novio pero está de vacaciones. Llegamos a su casa. Le pido agua. Me acomodo en su sofá. Hablamos un poco. Llegamos a un silencio incómodo. Lo rompemos de la única forma posible, de la mejor manera posible. Interrumpo el beso para mirar de nuevo sus ojos. Siguen mirándome igual. Entonces retomamos el beso. Su beso se pierde por mi cuello. Gimo. Agarro sus brazos. Acaricio la firmeza de sus músculos. Nos perdemos en un fuerte abrazo. Nos caemos en la alfombra. Rodamos.

domingo, 26 de agosto de 2007

Chica en Santo Domingo

26-08-07 20:00h.
Plaza de Santo Domingo, Madrid.

Tarde de domingo.
Tiempo de espera.
Jitanjáfora en la mochila.

Plaza de Santo Domingo.
Gente en el parque.
Invitación al sosiego.

Ella, en el banco de enfrente.
Postura de medio loto.
Cartas en su regazo a la espera de ser escritas.

Intercambio de miradas:
Ojos castaños.
Sonrisa sincera.
Belleza germánica.

Indiferencia manifiestamente fingida.
Cinco minutos y volver a mirarla.
Los mismos ojos, la misma sonrisa.
Su cabeza dice que no, pero sus ojos dicen que sí.

Vuelta al principio.
Cinco minutos y volver a mirarla.

Una muleta y los pensamientos en otra persona evitaron el levantarme y acercarme a ella. Hablarla, entablar una conversación, descubrir que es de un país del norte de Europa. Dinamarca, quizá. Hablar de Madrid, del tiempo, de las obras, de la gente, de los bares. Una invitación a cenar. Algo frugal, algo cutre pero con estilo. Reir delante de unas tapas. Dejar que la cerveza nos haga dar un paso más. Una invitación a su habitación en el hotel. Los dos sentados en la cama. Momentos embarazosos. Sinceridad innecesaria. Dejar que los acontecimientos contradigan las palabras.
Besar sus labios. Acariciar su piel. Morder su cuello. Agarrar sus senos. Moldear su cuerpo. Sentir que se derrite en mis manos.